viernes, 27 de septiembre de 2013

VIII

Maldita el alba
que le arrebató a su hombre.
Un suspiro…
Y maldita la tarde agria
que nos golpeó el rostro
al acompañar su último paseo
donde la tierra verde
honró su dormido silencio
preparando su alcoba de viento,
lecho del amante que se fue
sembrando vida.
Maldita la noche
que la privó
del temblor de su cuerpo
y el refugio de su carne.
Hay días malditos en la vida.

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